Archivo de la categoría: Pareja

Padres y madres modernos: los míos, los tuyos y los nuestros

Ante el día del padre en Uruguay, surgen reflexiones en torno a los roles del hombre y de la mujer en la crianza de los hijos y en su concepción del amor. Afortunadamente en este nuevo posicionamiento que los varones están teniendo con respecto a su rol como padres, cada vez más, se atreven a asumir tareas que tradicionalmente eran exclusivas de la mujer. Pero ¿qué sucede cuando esos padres y madres deciden rehacer su vida? En mi experiencia como coach y psicóloga, me he encontrado con muchas mujeres que me confiesan su dificultad de encontrar una nueva pareja por ser madres. ¿Y qué sucede con los hombres? ¿Ellos tienen más posibilidades para volver a encontrar una compañera?

Entre las revoluciones sociales que han acontecido en el último tiempo puede citarse el rol del hombre en su faceta de progenitor. Muchos de estos padres asumen la paternidad de un modo abnegado y responsable, lo que le resta tiempo a la pareja.  En caso de padres separados, muchos padres no aceptan simplemente ver a sus hijos el fin de semana y hasta surgen asociaciones de padres separados que protegen su derecho a ser y a vivir la paternidad. El siglo XXI ha sido testigo de la lucha de muchos hombres reclamando la tenencia de sus hijos. Los hombres viven su paternidad de una forma comprometida y no como meros proveedores y figuras de autoridad para el niño. En caso de divorcio, muchos hombres en común acuerdo con sus ex parejas, asumen la custodia total de sus hijos.

Angelina-Jolie-and-Brad-Pitt’s-children-are-very-unruly-say-family-insiders-who-are-also-worried-about-the-kids’-health-and-hygiene

En tiempos hipermodernos, de los que hablo en mi libro “Las mujeres y los hombres que no aman demasiado”,  aparecen muchos hombres separados, solteros, divorciados o viudos, que crían y educan a sus hijos sin la presencia de una pareja femenina en su hogar. Muchos de ellos manifiestan ciertos dilemas. Temen que su nueva pareja no acepte su realidad como padres y al mismo tiempo, que sus hijos no acepten a su pareja. Esa inquietud masculina también tiene su correspondencia en las madres solteras, viudas, separadas, divorciadas que circulan por este mundo globalizado.

Esta preocupación de los padres y madres de conseguir una nueva pareja, viene relacionada con la natural dependencia que tienen los niños a sus padres en los primeros años. Los niños suelen ser síntoma de los padres.  Cuando el niño es pequeño, de sólo ellos depende que su hijo crezca sano y feliz. Hasta los seis años de vida, el niño sólo tiene dos modelos básicos, que admira, respeta, imita. Por ello, es tan importante estos primeros años de vida para ir inculcando los valores básicos.

Los primeros años de vida son una época de grandes cambios, que tienen una influencia que dura toda la vida. Las decisiones que tomen los padres y madres y las acciones que realicen en nombre del niño van a influir en su desarrollo posterior. El niño necesita tanto de su padre como de su madre para su crecimiento. La madre es la nutricia, la protectora inicial, la que le brinda el primer alimento pero el padre es básico en su formación y en el posterior desarrollo de su identidad.

Tanta influencia en la vida de alguien hace que  la llegada a la maternidad y la paternidad es usualmente vivida como un estado de dicha y orgullo. Por lo que cualquier padre o madre soltero, separado o divorciado confesará inmediatamente la presencia de hijos a sus interlocutores.  Esa realidad puede conducir a dos caminos. Uno puede ser evitar enfrentarse a lo desconocido, que es en este caso la existencia de hijos. Lo otro, que suele ser el camino más beneficioso para ambos: reconocer que no será sencillo pero tampoco tiene que ser un obstáculo conocer a alguien que sea padre o madre.

Y los dejo con una de las canciones más bonitas que un padre le pudo haber escrito a un hijo, “Father and son” de Steven Demetre Georgiou o mejor dicho, Cat Stevens o más bien, Yusuf Islam, su actual nombre tras convertirse al Islam.

Mundo contradictorio y desigual

Vivimos tiempos contradictorios. El consumo de bebidas en envase de plástico coincide con el auge de la ecología. La gente más estresada suele ser la misma que practica yoga. Los amantes de los animales suelen tener  problemas de relación con muchas personas. Y algunos que cultivan la generosidad con sus amistades, suelen amurallarse detrás de su egoísmo ante cualquiera que se atreva a detentar su amor.

La desigualdad entre hombres y mujeres es una de las contradicciones más  destacadas. En un mundo donde se nos dice a las mujeres que tenemos el poder, al mismo tiempo se  discute sobre la idoneidad para gobernar de las féminas. Argentina tiene a Cristina Fernández de Kirchner,  Brasil tiene a Dilma Rousseff y Chile tuvo a Michelle Bachelet pero el verdadero poder sigue siendo masculino. Como ejemplos vemos que por el mismo puesto de trabajo, tanto en América como en Europa, las mujeres seguimos ganando un veinte o treinta por ciento menos que el hombre.

Otro hecho que clarifica la fuerza de lo masculino es en el reparto del mal de moda: la ansiedad. Por ejemplo, un hombre preso de su ansiedad ante su expectativa amorosa, suele llamar por teléfono de forma continuada, además de enviar mensaje al celular, mail o bien a través de Facebook. En la sociedad moderna, ya sea en Barcelona como en Montevideo, este hombre ansioso es señalado como un hombre insistente, perseverante, valiente que tras un acecho sutil logrará con su energía y paciencia conquistar a la damisela en cuestión. Contrariamente, la mujer ansiosa ante la expectativa de una cita o bien posible amor, si ella demuestra interés, o llama, o envía señales en forma de llamadas de teléfono, mensajes al móvil, mails, entonces es una mujer pesada, avasallante, demandante y ese avance que realiza no asegura que conquistará al caballero en cuestión. Porque los dos géneros sentimos y tenemos una perspectiva diferente sobre el amor y la pareja.

Para la mujer es natural ese hombre conquistador, que puede que al comienzo no le provoque nada pero luego por su constancia, conquista su corazón. En cambio, el hombre parece preferir la mujer distante, difícil, dulce, refinada, silenciosa pero mejor si al comienzo no expone demasiado lo que siente o quiere. De este estilo de hombres es mi amigo Juan, un ingeniero uruguayo de treinta y seis años.  Juan es un emblema de este mundo contradictorio. Jamás conocí a alguien que fuera tan querido como vapuleado por las mujeres. Tampoco a nadie que sea tan generoso y relajado con sus amigos y familia mientras que no puede evitar un cierto egoísmo y exacerbada exigencia con sus novias de turno. Siendo un hombre adorado por sus amigas, esto no evita que termine enemistado con la mayoría de sus ex novias. El otro día le comentaba que cómo puede ser que logre tanto cariño en algunas mujeres y tanto desprecio en personas que ha compartido cama, ilusiones y proyectos. Y él, gran cultor de la inteligencia racional, con varios doctorados y posgrados, reconoce que la razón más evidente es su carencia de inteligencia emocional. “Soy muy frío, no me gusta expresar lo que siento”, me dijo una vez.  “Si una mujer es muy cariñosa y me besa mucho, siento que invade mi espacio”, me confesó en otra oportunidad.

Ignoro si la mayoría de los hombres que repiten una historia de fracasos amorosos, tienen la misma conciencia de Juan.  Aunque parece ser que todos los que fracasan de forma asidua, muestran un afán perfeccionista y un elevado idealismo. Siempre se espera más de la otra persona. Sería sano y constructivo, que además de ser conscientes de nuestros errores, comencemos a evitar esa contradicción de ser buenos con unos y severos con otros. Si aceptamos los defectos de nuestros amigos y familia, podríamos también aceptar los errores de nuestra pareja. Si aceptamos que nuestros amigos se enfadan, estornudan, se equivocan, se lamentan y son en definitiva muy diferentes a nosotros, también deberíamos aceptar que el otro piense diferente a nosotros. Al final de cuentas, ¿alguien conoce algo más desparejo que una pareja?

Especial para hombres y mujeres: entre machos y hembras está la cuestión

Llegamos al 2012 y estamos celebrando otro 8 de marzo, otro nuevo Día Internacional de la Mujer trabajadora, día que se presta para todo tipo de mal interpretaciones. Erróneamente se cree que es para celebrar la presencia de la mujer en la tierra. En realidad, el 8 de marzo es una fecha de reivindicaciones por injusticias sufridas en la figura de la mujer. Porque lamentablemente aún en el siglo XXI muchas mujeres  sufren mutilación genital en África, otras son lapidadas en Kabul por adulterio, o son vendidas por sus padres para casarse contra su voluntad o son obligadas a llevar burka porque son un bien más del hombre, o en países occidentales, muchas mujeres siguen ganando un treinta por ciento menos que los hombres por el mismo puesto de trabajo.

Hace unos días, me desperté a la madrugada. Estaba en la cama de mi casa de Montevideo y una mosca de esas insistentes se me aparecía en mi oído derecho zumbándome con insistencia. Pude evitar sus alas revolotear en mi tímpano cuando me cubrí toda la cara con la sábana y continué durmiendo. Lamentablemente muchas mujeres y niños son las principales víctimas en países africanos de la malaria, esa enfermedad que es transmitida por el mosquito del género Anopheles. Como paradojas de la vida, tan sólo las hembras de esta especie son las que se alimentan de sangre para madurar los huevos mientras que los machos no pican y no pueden transmitir las enfermedades porque sólo se alimentan de néctares y jugos vegetales. Pero en el reino humano, las cosas son diferentes. Los machos pican hace tiempo, establecen territorio y deciden por  el destino de muchos hace siglos. En momentos, son capaces de las mejores obras y de ahí podemos evocar a grandes como Leonardo da Vinci, Albert Einstein o Miguel de Cervantes Saavedra  y en otros momentos, los machos de la especie humana quieren recolectar néctar, jugos, pieles, oro, marfil, petróleo y por ello inventan cacerías, búsquedas del tesoro, guerras y tratados.

Observando rezagadas, siempre han estado las hembras que aprendieron de tanto ver y hoy hay presidentes mujeres que detentan el poder y demuestran que se puede liderar en femenino sin dejar de usar falda ni dejar de maquillarse. De ese estilo es Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina,  Dilma Rousseff, presidenta de Brasil y Laura Chinchilla, presidenta  en Costa Rica. Ya Michelle Bachelet dejó su cargo hace un tiempo como presidenta de Chile en 2010 y hoy es la directora ejecutiva de ONU Mujeres y sigue haciendo de las suyas en pro de los derechos de las mujeres en el mundo.

Claro que surgen los comentarios suspicaces de ellos que piensan que Laura Chinchilla no lo tiene tan difícil gobernar un país pequeño como Costa Rica sin ejército. Más allá de las sospechas sobre el liderazgo femenino, la mujer viene avanzando terreno pero aún su presión es mayor. La capacidad de relajación no parece posible. No sólo porque el hombre político parece que se le permite las arrugas, los kilos de más y las canas pero ellas tienen que estar impecables como si recién hayan salido de la peluquería. Algo similar resulta con sus decisiones socioeconómicas, que van a ser observadas con lupa por el propio país que las votó.

De todos modos, con tantas presidentas mujeres en América, podríamos decir que los tiempos han cambiado. En cambio, otros países como Afganistán se mantienen en la cápsula del tiempo. Recientemente terminé de leer “Mil soles espléndidos” de Khaled Hosseini, escritor afgano radicado en Estados Unidos desde 1980 y que ha creado su propia Fundación para ayudar al pueblo afgano. Quedé muy conmovida por la historia de Mariam y Laila, dos mujeres afganas que deben superar el miedo y los maltratos de un marido opresor, que las trata como una propiedad más de su casa, las maltrata casi diariamente y las obliga a llevar burka cuando están en el exterior. Pensé entonces que esa novela surge de hechos reales que suceden aún en Kabul. La mujer como una propiedad del marido, que es vendida por los padres cuando apenas es adolescente. Pensé también la fortuna que tenemos en Occidente por decidir con quién nos vamos a casar y cuándo nos  vamos a separar si un hombre no nos hace feliz, ni hablar si es un hombre que nos maltrata psicológica o físicamente. Pero lamentablemente, también en países avanzados como Estados Unidos, España, Argentina, Chile, Uruguay, muchas mujeres ilustradas, que tienen acceso a la salud y a la Universidad, son maltratadas y se niegan a dejar su hogar porque sienten que su verdugo es también su esposo y les cuesta salir de ese círculo vicioso. Si alguna mujer que lee este post y ha sufrido casi diariamente de indiferencia, silencio excesivo y malos modos de su pareja, órdenes de que se calle la boca, debe saber que eso es maltrato psicológico. No temas abandonar ese maltratador porque por fortuna,  hay una cantidad de hombres dispuestos a querer a la mujer de forma sana y constructiva. Si la que lee este post es una mujer que sufre de maltrato físico, recurre a tus números de ayuda en tu país porque nadie es más importante que tú y nadie que te quiere, ejerce la violencia contra ti. No es el mismo destino que las mujeres de Kabul porque ellas no siempre tienen una legislación que las respalde. Pero el infierno que viven esas mujeres no difiere demasiado del que deben vivir algunas mujeres que sufren maltrato en su hogar en el mundo occidental. Si eres hombre y estás leyendo este artículo, gracias por acompañarnos en este camino de dar vida a nuevos seres, de acompañarnos en este cambio de roles, de no temer llorar cuando algo te conmueve, tampoco olvidarte de contenernos ni de abrazarnos cuando estamos débiles, ni de dejar de enorgullecerte con cada logro nuestro. Gracias, macho de la especie, por enseñarnos que no siempre la multi tarea es buena cosa y que a veces es mejor focalizarse en una cosa cada vez y principalmente gracias por atreverte a compartir con nosotras.  Como ya dijo Boutros Ghali, ex secretario Gral de la ONU, “la humanidad posee dos alas: una es la mujer, la otra el hombre. Hasta que las alas no estén igualmente desarrolladas, la humanidad no podrá volar. Necesitamos una nueva humanidad. Necesitamos volar».

© Leticia Brando, 2012 Toda reproducción de este post está permitida siempre que se cite la fuente original.

Hombres perros, mujeres gatas y reivindicando el realismo

Mientras en España aún se escuchan los ecos del triunfo del PP en las últimas elecciones, para no perder la costumbre estuve pensando en el amor. Pero no en cualquier tipo de amor. Estuve pensando en los amores perros y gatunos.(*)

En el marco de un documental que escribí y produje sobre el amor, titulado “Ni contigo ni sin ti pero a solas conmigo”, que fue filmado en Barcelona, Buenos Aires, Montevideo y México, aproveché para hablar sobre las diferencias entre perros y gatos con mi amigo, el escritor Francesc Miralles, partidario del amor gatuno. Ciertamente, el perro es más dependiente y necesita que lo saques varias veces a la calle. El gato se muestra independiente, solitario y suele demandar poca atención. Por lo demás, el gato acompaña sin demandar atención. Es diferente el perro que busca que le mimes, le hables, juegues con él y hasta que le digas que le quieres. Pensando en personas, cuando hablamos de un hombre que actúa como un perro, solemos pensar en alguien que engaña, es ruin y actúa con malicia. Cuando se habla de un hombre que es un perro faldero, pensamos en un tonto que acepta sin chistar todo lo que su mujer le dice. Contrariamente a esta expresión, existe la de fiel como un perro. Todo lo aguantarás porque como tu perro, ese hombre te espera, te celebra y te venera. En cambio, si le decimos a una mujer que es como una gata, aludimos a su astucia, sensualidad y flexibilidad. Si pensamos que además en Brasil se le dice gatinha a la chica guapa, entonces da más ganas de maullar que de proferir ladridos.

Al mismo tiempo, pensemos en nuestras relaciones. Si ladramos a nuestra pareja y a nuestros amigos como un perro, si demandamos constantemente cariño y una jornada intensa de atención, a la corta o la larga, el otro se aburre de nosotros. El mundo actual requiere de seres independientes y no dependientes. Nuestros resultados son diferentes si actuamos como un felino. La mujer de Francesc me confesó que ella cree que sus trece años continuados de amor se deben a que ella actúa como una gata: es silenciosa, independiente, deja espacio, no se entromete en su decisiones pero está presente. Pero más allá de cultivar el amor perruno o gatuno, Francesc opina que debemos cortar con la fantasía romántica que instaló “Madame Bovary”, la novela de Gustave Flaubert. En este libro, la heroína está insatisfecha de su matrimonio con un médico mediocre y rechaza su rol de madre. Se evade leyendo novelas románticas y buscando amantes que le prometan una mejor vida. Francesc cree que el secreto del amor estable es dejar de pensar que uno se tiene que quemar por dentro para sentir amor. El realismo o la aceptación del otro como un ser común y silvestre evita dolores de cabeza y desazones del corazón. Tanto se pide al otro de una forma intensa y rápida que las relaciones suele ser tan fugaces como los destellos de la pasión.

Este mismo realismo pero con una perspectiva más despiadada manifestaron algunos hombres argentinos y uruguayos al ser entrevistados para el documental. Los barceloneses suelen separarse o divorciarse cuando su pareja no les hace feliz. Los argentinos y uruguayos prefieren continuar su relación y recurren a amantes estables o esporádicas para volver a arder como Emma Bovary. Ya no hay amor, mucho menos pasión, ni siquiera caricias, ni comunicación ni comprensión pero subsiste el suficiente compañerismo para continuar con su matrimonio y no romper la armonía familiar. La familia triunfa sobre la pareja. En esta sociedad de perros fieles a la institución familiar, más partidarios de las obligaciones que de prodigar afecto, las esposas deberían circular como gatas y buscar nuevos tejados para reposar. Pero muchas no quieren o creen que no pueden.

(*) Columna realizada para la edición de diciembre de 2011 de Bernik Magazine

Amadores, amados y todo para dar y recibir

Me preguntan constantemente cómo puedo trabajar temas como coach ejecutiva o como facilitadora en Liderazgo, Habilidades directivas, Hablar en público e Inteligencia Emocional en empresas y luego escribir mi libro “Las mujeres y los hombres que no aman demasiado. La hipermodernidad y las consecuencias de los cambios de roles”. Una coach ejecutiva escribiendo sobre el amor. ¿Para cuándo tu libro sobre liderazgo?, me preguntan muchos. Si encima, me atrevo luego a producir y escribir el guión del documental “Ni contigo ni sin ti pero a solas conmigo, filmado en Buenos Aires, Barcelona, Montevideo y México y una visión en imágenes de mi libro, entonces ya me dicen que cómo hago para encima meterme en terrenos audiovisuales. Creo que investigo sobre amor porque es el sentimiento más importante que ha marcado la evolución de la especie. Tampoco creo que haya mucha diferencia en mi trabajo cuando lo hago en empresas o en otros sitios.  Porque en todos los ámbitos de actuación, el amor siempre es el valor y la emoción que más aparece. Ya sea el amor al trabajo, el amor a la marca, el amor a una idea, el amor a alguien. El amor emerge sin casi poder evitarlo. Por eso, estoy muy feliz del próximo evento que impartiré mañana con Pedro Amador en el Sheraton Montevideo.

En relación al amor, creo que mis alumnos o los líderes con los que trabajo también saben la importancia del amor a su equipo para que su empresa sea más productiva. En este caso, tengo una opinión similar a Stephen R. Covey. Cuando Covey habla de liderazgo, suele hacer paralelismos entre su vida familiar y la vida empresarial. En mi caso, encuentro que tanto para liderar una empresa como para una liderar una relación o mi propia vida personal, requiero valores, cualidades genuinas que he traído desde el nacimiento y nadie me puede arrebatar. Puede que traten de usurparme mi puesto en una empresa, mi coche, mi casa pero mis valores, los debo potenciar y trabajar. Entre los valores que puedo recurrir para lograr mis objetivos, el amor aparece como el más positivo porque me conecta con mi pulsión vital. No solamente en el amor que puedo expresar a un ser querido, sino en el amor hacia mí misma, hacia mis compañeros de trabajo, hacia mi familia. El desamor nos amarga y nos enferma. Esto no es una mera frase hecha. Hay estudios científicos que demuestran que las personas más positivas y solidarias con respecto a los demás, tienen menor propensión a contraer enfermedades cardíacas.

Siendo consciente de la importancia del amor, no deja de sorprenderme el testimonio de personas que se lamentan de su soledad. Otros, como algunos escritores, artistas y músicos que celebran su soledad para crear obras magníficas. Otros vivimos con otras personas que contribuyen a nuestra fuerza y equilibrio. El disfrute de compartir con otros no implica que no tengamos crisis y roces con esas personas. Primero porque las necesidades propias no son necesariamente iguales a las de la otra persona. Por otro lado, somos hombres y mujeres pero nuestro género no nos hace ser predecibles para cada ocasión. Ni las mujeres ni los hombres tenemos escritas un manual de instrucciones de cómo debemos tratar al otro. Esto hace que muchas veces se compruebe que ni los hombres son tan básicos ni las mujeres son tan enmarañadas.

Más bien, cada minuto de nuestra vida estamos inventando el mundo. Eso es lo que hacen hombres y mujeres en tiempos hipermodernos: reinventarse frente a las adversidades, cuidarse para ser objeto de deseo del otro pero al mismo tiempo, preservarse del otro, que les puede generar tanta atracción como temor. Parafraseando a Paul Auster, “el mundo está en mi cabeza y mi cuerpo está en el mundo”.  Somos seres físicos, nos podemos tocar pero si no nos pudiéramos pensar, ni imaginar, no reconoceríamos a las personas. Los hombres y mujeres se reconocen a partir de que se piensan. Muchos hombres siguen pensando a una mujer como alguien sensible, que educa, que cuida a los niños y por eso, están perplejos ante esta mujer que muestra autonomía sexual e independencia económica. Por el lado de las mujeres, muchas piensan al hombre como un ser que se enfoca en sus cosas, es práctico y algunas reaccionan incómodas cuando ellos también dicen que no, lloran, se depilan y usan cremas.

En realidad, muchas de las personas felices en pareja que fueron entrevistadas en mi libro “Las mujeres y los hombres que no aman demasiado. La hipermodernidad y las consecuencias de los cambios de roles”, se pensaban e imaginaban sin tantos estereotipos. Tras hablar con mujeres y hombres de Barcelona, Buenos Aires, Montevideo y México, parece que la soledad se disfruta tanto como se padece. No solamente no estamos tan felices siendo solteros eternos sino que además nos cuestionamos hasta dónde nos va a llevar tanta autonomía e individualismo. De todos modos, eso no evita el surgimiento de una especie de solteros de oro que ostentan las ventajas de no cambiar pañales ni pagar fortunas en niñeras. Aunque una vez termina esa sensación momentánea tras los romances momentáneos, suele sobrevenir el vacío existencial. Evocando la invitación al evento de Cómo conseguir la felicidad en el amor, no creo que la dama necesite un príncipe que la salve de dragones pero tampoco quiere luchar ella sola contra las fieras. Así como él tampoco quieren ser el único que demuestren fuerza y seguridad.

Sin duda que él quiere compartir fuerzas porque ya se cansó de demostrar tanta potencia en otros tiempos. La fuerza comienza a ser compartida pero las creencias sobre lo que se da y se quita si se tiene amor, suelen ser muy tradicionales. Esto se ve claramente en los primeros roces de una pareja. Ella o él suelen demandar o quejarse de una falta o carencia del otro. Cuando asumimos que la vida tiene gratificaciones y frustraciones, dejamos de sentirnos tristes cuando las personas que elegimos para formar parte de nuestra vida, no muestran una disposición exclusiva en satisfacer nuestras necesidades. Porque justamente de ahí provienen los problemas con la mayoría de las personas: malentendidos en relación a lo que uno cree que da y espera recibir.

No siempre damos y recibimos al mismo tiempo. Ni tampoco damos con la condición de recibir. Esta última opción desinteresada y altruista es utilizada por muchas personas pero no siempre es apreciada. Así como un banco no se puede mantener si sólo presta dinero, tampoco una persona puede continuar sus relaciones si sólo se entrega y da, sin esperar a recibir nada a cambio. Me decía el otro día alguien que en cuestiones de pareja están los amadores y los amados. Esta concepción en la que en una pareja, hay siempre alguien que ama con más intensidad. No comparto esta creencia sobre el amor porque lo que hace es construir una polaridad en una relación, cuando una pareja debería ser un par de seres diferentes, que tengan en común el amor compartido y los proyectos futuros. En ese amor compartido, la idea de que uno ama menos debería ser desterrada porque así marchan muchas parejas, conociéndose y aceptando convivencias donde uno dona su amor y el otro recibe sin preocupaciones. Sin duda que sería ideal que ambos donen su amor sin esperar nada a cambio, tan sólo ver la felicidad en el otro. Pero la mayoría de las personas dan algo buscando algo a cambio. También es cierto que el donante de amor puede perder fuerza si no recibe reciprocidad del otro. De alguna manera, inconscientemente damos amor buscando recibir nuestro eco y reflejo. Pero no damos mostrándonos ciegos de amor y aceptando con sumisión la poca entrega del otro. El amor puede concebirse como un bien de cambio más cuando la falta de dinero trae consigo una escasez de caricias, o cuando la paciencia se transforma en rabia, o cuando la tolerancia da paso a la diferencia.  Pero cuando el amor se concibe como algo infinito que promueve los valores y el compromiso del individuo, ese amor que demos nos volverá. Habrá un momento que el que cree que sólo deberá ser amado, se empachará de energía y comenzará a devolver todo ese amor recibido. Dejará de ser el amado para ser el amador. Entonces habrá valido la pena dar sin pensar tanto en recibir.

Y los dejo con un video del gran Jorge Drexler que resume este sentimiento de transformación en el dar y recibir.

©Leticia Brando, 2012. Toda reproducción de este texto es posible si se cita el texto original.

El poder de las apariencias

Un imagen vale mucho más que mil palabras dice el dicho. Y parece que muchas mujeres y hombres se lo están tomando a rajatabla. Aunque una  estética trabajada no siempre coincide con una adecuada actitud. La incoherencia sigue siendo uno de los defectos de la sociedad actual.

En el mundo de las apariencias, la imagen que se proyecta no siempre está relacionada con la vida que se tiene. Por ello, predominan las personas tan cuidadosas de la apariencia como incoherentes. Recientemente, Dominique Strauss-Khan, el director general del Fondo Monetario Internacional (FMI) fue acusado de agredir sexualmente a una camarera del hotel Sofitel de Manhattan. Este señor se le considera un economista intachable en cuanto a su lucha contra la crisis. Pero parece que la ética financiera no siempre coincide con la ética personal. La inevitable diferencia entre lo que se ve y lo que se es. También hay  autores de libros de auotayuda, que venden recetas de felicidad pero en su vida privada son personas de ánimo sombrío.

En este predominio de la apariencia, siguiendo las directivas del libro “El método” de Neil Strauss, en Madrid y Barcelona proliferan talleres de seducción que enseñan técnicas para seducir mujeres.  Antes de publicar su exitoso libro, Strauss era un hombre  poco agraciado y carente de confianza en sí mismo en cuanto a su acercamiento a las mujeres. En 2002 fue a un taller de seducción y dos años más tarde, se había acostado con muchas mujeres y pasó a llamarse “Style”.  Con su libro “El método” creó escuela para esos hombres perdidos en cuanto a su estrategia amatoria.

Durante un programa de radio en Onda Cero en Barcelona, me encontré con un controlador aéreo, que me comentó que imparte estos talleres de seducción en Barcelona. Tras su intención de apadrinar a otros en su aprendizaje de nuevos movimientos, incorporación de frases certeras y asesoramiento en la vestimenta y peinado, este hombre “aparentó” ser un maestro en el arte amatorio. La idea central que subyace en este tipo de talleres es que los sentimientos de las mujeres son como las raspaditas, en cuanto rascas, sacas algo: premio(si te besa) o castigo(si te rechaza). Entre las curiosidades que se les aconseja a los alumnos es que finjan interés por la vida de las mujeres como si nosotras fuéramos robots que reaccionamos según la frase utilizada. Hasta se recomienda que intenten llegar a nuestro corazón probando unos trucos de magia o una lectura de manos, o bien conversaciones sobre el tarot. Si los hombres encuentran una chica que les gusta en una discoteca, la clave está en mostrarse indiferente y ser simpático con sus acompañantes. Una vez a solas con la mujer,  la ironía es mucho mejor que las alabanzas, y por eso, en lugar de utilizar el típico “sos muy linda”, mejor decirle “tenés una preciosa dentadura postiza”. Además consideran importante no regalar nada a la mujer antes de haberse acostado con ella.  Y si el intento de beso no llega a buen puerto, mejor no incomodarse. La sugerencia es crear un muro de silencio o se prueba con la simpatía y la vuelta a empezar. Todas estas artimañas para llevar a una mujer a la cama.

Mientras algunos hombres asisten a estos talleres y aprenden a usar estrategias y cultivan imágenes para aparentar un ser atractivo y digno de besar, otras personas dejan de lado las apariencias y se lanzan a vivir. Así lo ha hecho mi amiga Alicia, una creativa publicitaria catalana de treinta y siete años. Tras un divorcio y varias rupturas amorosas, ha comenzado a salir con un amigo que conoce desde los dieciocho años.  Guiada por lo que dictaban las apariencias, Alicia se negaba a prestarle atención a este hombre pensando en el qué dirán sus amigos en común, de los ex respectivos y su entorno afectivo. Cuando dejó de pensar  en la sociedad y se atrevió a sentir, ha descubierto que su amigo es el hombre más compatible que ha conocido en los últimos diez años. Y no sólo esto, ha descubierto que alguien la quiere por lo que ella es y no por lo que aparenta.

(Esta columna apareció en la edición de junio de 2011 de Bernik Magazine)

Otra entrevista en La Vanguardia para saber si a la pareja hay que decirle todo

El periodista Jordi Jarque que ya me había entrevistado en febrero de 2011, me volvió a entrevistar para el suplemento Estilos de Vida para saber si a la pareja hay que comunicarle todo.

Secretos en pareja

No explicarlo todo no está reñido con la confianza

ES | 24/06/2011 – 11:08h

En el contrato no escrito de una relación sentimental estable se aconseja alimentar la comunicación y la sinceridad. Pero ¿realmente se cuenta todo? ¿Es necesario?

A veces es mejor tener la boca cerrada en casa Getty images

La Luna no revela la parte oculta, al menos si se mira desde la Tierra. Forma parte de su misterio. Y parece que en una relación de pareja tampoco se desvela todo. También hay partes ocultas. Pero no está tan claro si eso fomenta un saludable misterio en la consolidación de la pareja, o fomenta la desconfianza y la incomunicación. ¿Hay que contarlo todo a la persona que de manera estable forma parte de nuestra vida? ¿Es necesario decirle todo lo que se piensa de ella o compartir todo lo que sucede en el interior de cada uno? Hay respuestas para todos los gustos.

Preguntadas al azar a diez personas, tanto hombres como mujeres, de entre 20 y 70 años, ocho de ellas afirman que nunca hay que contarlo todo, que eso sólo fomentaría discusiones que no llevarían a ningún lugar, o que les gusta sentir que conservan parte de su intimidad, algo así como un espacio inviolable. Las otras dos personas, dos mujeres de 34 años y de 40 años, respectivamente, no conciben una relación de pareja sin poder contarlo todo y que les cuenten todo. “No tengo nada que esconder ni tiempo para esconder nada. Tengo absoluta confianza en mi pareja, así que se lo explico todo. Y no concibo que mi pareja no me contara todo. Para mí sería una señal de desconfianza. Si no quisiera compartirlo todo es que no me quiere realmente”. Uno de los chicos entrevistados, de 20 años, aporta la siguiente reflexión: “¿Si tú mismo no sabes todo de ti, cómo vas a explicarlo todo?”. Después añade que, en cualquier caso, la confianza no aparece el primer día como un milagro. Es un proceso, “y en la medida que vas ganando confianza, te vas abriendo más y compartiendo más intimidades”. Y otra mujer, de 47 años, asegura que prefiere jugar a ser un poco misteriosa con su marido, sorprenderle, que tenga cosas por descubrir. “Si lo sabe todo de ti ya no tendré nada nuevo que ofrecerle y se cansará. No tendrá ningún aliciente. Y no se trata de confianza o desconfianza. Si hubiera desconfianza no podría planteármelo de esta manera”. Las personas mayores que rozan los 70 años son más contundentes en sus respuestas, tanto hombres como mujeres, y afirman que nunca hay que decirlo todo. “Las verdades, sólo las justas y para que sean constructivas. Si no, mejor no decir nada o, en todo caso, mentirijillas piadosas. También forma parte de la complicidad decirle a tu esposa de 68 años que es la mujer más bonita. Ella se anima más y se pone un poco más coqueta y de buen humor. Me gusta hacerla feliz de esta manera”. “Si veo que mi marido la ha fastidiado en algo prefiero no decirle nada y que se dé cuenta él mismo, sino él se siente cuestionado y que ya no puede con todo. Con 70 años mejor reforzarle que hundirle más. Así se siente más seguro y está menos nervioso. Mejor vivir tranquilos. Además, así me mima más, es más atento y se muestra más cariñoso. Mejor no contarle todo lo que veo. Ya me lo decía mi abuela y tiene razón”.

¿Y qué aconsejan los expertos? ¿Hay que contarlo todo? El abanico de respuestas es amplio y aportan sus matices.

El misterio también tiene su papel. Leticia Brando, psicóloga y Single Coach en España y México de Parship GmbH, una agencia on line de búsqueda de pareja estable, presente en varios países de Europa y América, afirma que en una relación de pareja “hay que ser honesto, hay que ser auténtico, pero no significa que el otro sepa todo de ti. La feminidad es un misterio, y eso forma parte del atractivo de la mujer. Hay que saber mantener ese misterio para que el hombre vaya descubriendo siempre algo nuevo”. Por otra parte, hay diferencias entre hombres y mujeres, tal como señala Leticia Brando: “A los hombres les cuesta ser misteriosos”. Y, sin embargo, tienen dificultades en compartir su mundo emocional, añade Esperanza Pérez. Julia Pretel asegura que los hombres son más cerrados, y Juan Manzanera afirma que en los hombres es más fácil que les dé miedo la fusión. “Enseguida se ahogan, necesitan más espacio. En cambio, las mujeres tienden más a la fusión. En cualquier caso, es importante no negar que cada uno tiene su propia intimidad y fluir entre la fusión y la individualidad”. Ciara Molina explica que, en el día a día, “habrá gente que explique más o menos cosas a la pareja, pero cuando sabemos gestionar nuestras emociones en tanto en cuanto nos afectan y afectan a la persona con la que estamos, muy pocos son los que verdaderamente lo cuentan todo. Aunque la comunicación es imprescindible cuando compartimos sentimentalmente la vida con alguien, el omitir ciertos momentos de esta no quiere decir que se esté engañando a esa persona, sino que es un compendio que necesitamos para protegernos emocionalmente a título individual”.

Se cuente o no se cuente, las mujeres se percatan enseguida de que los hombres les ocultan cosas, asegura Leticia Brando. “Además, con la edad, el poder intuitivo de una mujer se refina y descubren antes lo que ocultan los hombres. En cambio, las mujeres saben ocultar mejor”. ¿Esto es mejor o peor para la estabilidad de una pareja? Esperanza Pérez comenta que en toda relación de pareja hay cosas que no se dicen para que el otro no lo pase mal. Y relata el caso extremo de una paciente que durante un tiempo llevó una doble vida sin conocimiento del marido, pero que eso salvó el matrimonio. “Reconocía que si no fuera por su amante no hubiera mantenido su matrimonio. En cambio, así fue feliz. Curiosamente, el amante le daba estabilidad en la relación con su pareja, a la que, por otra parte, no quería perder y no perdió. El amante también le daba una morbosidad que con el marido no tenía. Estas situaciones son más habituales de lo que se cree”. ¿Dónde está el límite de lo que se cuenta y lo que no?, se pregunta Juan Manzanera. Y él mismo responde: “Saber reír juntos. Ahora mismo estamos en una época que predomina la independencia, sin demasiada fusión. Y preservar tanta autonomía también es negativo. Hay un exceso de individualidad”. También hay personas que sencillamente tienden a comentar pocas cosas de sí mismas, añade Esperanza Pérez. Julia Pretel habla de personas introvertidas, “hay que entender que no lo expliquen todo, pero poco a poco se van abriendo si en la relación se alimenta la confianza”.

En cualquier caso y, como afirma Janai Colimon, “hay que construir una nueva forma de relacionarnos”. ¿Qué forma? En teoría casi todo el mundo lo sabe. En la práctica queda mucho camino. En eso estamos. “Y nos cuesta tanto porque todavía quedan por descubrir muchas capas de uno mismo”, termina por decir Julia Pretel. Algo así como descubrir la cara oculta de la Luna.

Para leerla completa en La Vanguardia.

Entre el narcisismo y el individualismo imperante

Nunca ha estado más vigente como en estos tiempos el mito griego de Narciso. Ese joven de radiante belleza, que rechazaba tanto a las mujeres como a los hombres. Hay varias leyendas en torno a Narciso pero voy a escoger, la que lo relaciona con Eco, una ninfa enamorada de su belleza. Como tantos seres fascinados por la hermosura de Narciso, Eco es rechazada por él. La desolación de Eco la hace perder su cuerpo, sus huesos se petrifican y sólo su voz permanece intacta. Tras esto, los enamorados rechazados por Narciso suplican a Némesis, la diosa de la justicia, la venganza y la fortuna, que cuando finalmente él logre amar, sienta similar desesperación a la que sienten ellos. El castigo se cumple cuando Narciso, mientras bebe agua durante el transcurso de una cacería, queda fascinado ante la imagen que le da su reflejo, sin darse cuenta que es su propia sombra sin consistencia. Finalmente absorto ante ese amor hacia sí mismo, termina arrojándose a las aguas.

En el mundo hipermoderno que analicé en mi libro «Las mujeres y los hombres que no aman demasiado. La hipermodernidad y las consecuencias de los cambios de roles», las personas no buscan su reflejo en idílicos lagos sino más bien en espejos que dominan sus habitaciones, en los escaparates en los que vislumbran su reflejo mientras ojean unos zapatos en una tienda de moda, o bien con enorme descaro en su espejo retrovisor mientras esperan que cambie el semáforo. En un mundo donde todos aspiran a ser jóvenes y bellos, los enemigos son la vejez, los quilos de más y la falta de tersura en la piel. Este narcisismo hipermoderno conduce a un individualismo, centrado en el interés que se dedica cada individuo a sí mismo. Un ejemplo de esto es la serie «Sex and the city» que relata las peripecias de cuatro amigas en Manhattan y es hoy una obra de culto, tras haber finalizado sus episodios hace varios años. Carrie Bradshaw y sus amigas conocen a hombres, se relacionan pero nunca pierden su independencia, sus gastos son para ellas mismas y por ello, compran zapatos de Manolo Blahnik y mejor si las viste Gucci o Prada.

No es un fenómeno nuevo. Desde el mundo helenístico y romano, las grandes ciudades llevan a individuos cada vez más aislados y más dependientes de sí mismos. Salvo que sean una forma de expresión del individualismo, el individuo asiste a manifestaciones antiglobalización o de protección del planeta, siempre y cuando le permitan expresar su ser original. Nada de ser parte de una masa irracional. Soy sólo una parte de ese todo pero mi parte vale más que el todo. Me debo a la cultura, a la familia, a la empresa, a la sociedad, a la humanidad pero más que nada me debo a mí mismo. El individuo hipermoderno es su propio objeto de conocimiento y de ahí el auge de la literatura de autoayuda. Al mismo tiempo, es objeto y sujeto, por lo que también busca transformarse, evolucionar, mejorar, reciclarse. En este contexto, convive el individualismo centrado en el cuidado de sí, en el cultivo del cuerpo en los gimnasios, en la necesidad de pasar horas chateando frente al ordenador y con escaso tiempo para tomar un café con un amigo. También convive el individualista que se aleja del mundanal ruido practicando yoga y meditación en un retiro lejos de la ciudad y ese ostracismo durará el tiempo que se retorne a la ciudad al ciclo interminable. De hecho, en nuestra sociedad, vivir rodeados no implica vivir acompañados.

Aunque el ser individualista no es como en otras épocas, aquel ermitaño que se recluía a pensar en la montaña y alejarse del mundanal ruido. El individualismo del siglo XXI no surge ante una contemplación serena. Más bien, las mujeres y los hombres del nuevo milenio viven absortos en sus emprendimientos, su trabajo, su rutina diaria. Solamente entran en sí en el choque con la realidad, en la experiencia de la frustración, fracaso o derrota. El infortunio, un accidente, la muerte de un ser querido, una separación arrancan al ser humano de su plácido egocentrismo. Percibir los problemas lleva naturalmente a reflexionar sobre la identidad, el objetivo en la vida y el significado de la propia existencia.

En tiempos hipermodernos, donde proliferan los movimientos antisistema con las reuniones del G8, el ser humano encuentra, reconoce, asume y examina sus problemas e intenta dar una respuesta que pueda iluminar su problemática. Ante una ruptura, un rechazo, una separación, en el mundo de sobredosis de estímulos, el individualista optará por olvidar lo más pronto posible, ya sea desplazando su objeto anterior de amor y proyectando el sentimiento perdido en un nuevo objeto.
Y para el final, quizá la mejor canción que resuma estos tiempos sea Lost Cause de Beck, :


© Leticia Brando, 2011, Toda reproducción total y parcial es posible siempre que se cite el texto original.

De la creencia en mí, en ti a la creencia en nosotros

Aquí os dejo con una parte de la columna «El ángel viste de Prada» que salió en noviembre de 2010 en la revista uruguaya, Bernik Magazine donde hablo de creencias y de parejas de leyenda como John y Yoko.

Decía John Lennon que no creía en nada. Ni en Dios, ni en Jesús, ni en Hitler, ni en Buda, ni en el Mantra, ni en Elvis, ni en Bob Dylan, ni en Los Beatles. Sólo creía en él y en su mujer Yoko Ono. Esta creencia en ese amor que todo lo podía es lo que inspiró gran parte de su obra solista y lo que impulsó su protesta en la cama contra la guerra de Vietnam hace ya más de cuarenta años. El amor como arma de destrucción masiva contra la intolerancia, la guerra y la codicia. Ayer nomás pasaba todo esto pero hoy las mujeres y los hombres de todo el mundo siguen creyendo que el amor los puede acercar a la paz y a la conquista de la felicidad en la Tierra.

Individualismo. Egocentrismo. Amor descartable. Vínculos líquidos. Son sólo algunos términos más nombrados en el siglo XXI. La pareja y la familia como ideal frente a una creciente cantidad de personas frustradas luego de hacer una gira nocturna por bares y discotecas. Barcelona, que es considerado un centro cosmopolita y de ocio, es una muestra evidente de esta frustración. En los ámbitos más exclusivos de la llamada ciudad condal, la estética cuidada y la música ensordecedora no aseguran la posibilidad de entablar una comunicación profunda y honesta. Las treintañeras y cuarentonas más sofisticadas lucen sus mejores vestidos de Gucci, Carolina Herrera, Chanel, Christian Dior y se alzan en sus zapatos Salvatore Ferragamo y dejan que sus piernas torneadas recorran los pasillos del último restaurante lounge de moda. Las veinteañeras se conforman con unos tops comprados en Zara o en Mango y lucen sus cuerpos trabajados en horas de gimnasio. Todas desfilan por esos locales ostentando una seguridad que se esfuma cuando son apenas miradas por los guapos de turno.

Al mismo tiempo, esos guapos y no tan guapos, menos ansiosos y más despreocupados, apoyan sus espaldas y sus bíceps en la barra y miran el desfile de esbeltas, rellenitas, bellas, no tan bellas y seres deseosos de volver a creer y alejarse de las malas experiencias. En realidad, ellos también tienen la fantasía de conocer a alguien y hacer su vida menos solitaria pero la paciencia es una virtud masculina que no siempre la detentan muchas mujeres. La ausencia de ansiedad ante la posibilidad de tener una nueva pareja es menor en el hombre, especialmente en Barcelona, donde hay más sobredosis de estímulos y de ofertas de nuevas chicas para conocer. En cambio, en Montevideo, los divorciados de treinta, cuarenta y cincuenta años, no tardan mucho en volver a creer en otra chica para compartir sus días.

Así le ha pasado a mi amiga Gabriela, que tras separarse de su marido de más de diez años, él ya tiene una nueva novia, que le asegura que la ha conocido a los dos meses de dejar y que le está sirviendo de paño de lágrimas mientras supera la ruptura de mi amiga. Gabriela lo tiene más difícil porque hombres de más de cuarenta años que estén libres no es algo que abunde en la capital de Uruguay. A sus treinta y ocho años, recibe invitaciones de señores de cincuenta o de jóvenes de veinticinco y ahora está en la disyuntiva de hacerse monja budista o instruir a los jovencitos en el arte amatorio. En realidad, gracias a esta separación, Gabriela tomó conciencia que la ausencia de pareja no implica que una persona sea un ser solitario y huraño. Ahora, Gabriela disfruta del amor hacia su familia, sus amigas, sus dos hijos y su trabajo como voluntaria en una organización no gubernamental.

Cuando llegue el momento, Gabriela volverá a creer. Porque los divorcios aumentan tanto como las dificultades de comunicación entre propios y extraños pero las personas siguen aspirando a la unión. No importa que el alma y el corazón estén heridos de guerra tras varias rupturas. Ningún día es tirado cuando el corazón siente. La pena se hace eterna sólo cuando no nos atrevemos a darnos una nueva oportunidad. A veces, la nostalgia puede ser un arma que nos permite seguir caminando y nos da esperanza. Si tenemos un buen recuerdo de nuestro pasado amoroso, vinculado a la dicha y la felicidad, seguramente volveremos a repetirlo en el presente. Tal vez en el futuro, podamos construir una pareja de leyenda como la de John y Yoko.

© Leticia Brando, 2010. Toda reproducción debe citar el texto original.

Y la felicidad, ¿alguien cree que la puede comprar en las últimas rebajas?

Sumidos en un mundo materialista que privilegia el tener al ser, los hombres y mujeres han pasado otra vez las fiestas navideñas con una agenda colmada de compras, compromisos, obligaciones y con ciertas expectativas existenciales. Transcurrido este ambiente festivo, ahora llegan las rebajas. Pero los hombres y mujeres siguen ansiando que este año les depare paz, salud, dinero y por supuesto, amor.

Las personas más relajadas se plantean la época pos navideña como un buen momento para la reflexión y para disfrutar de la familia. Entre tantas compras y tanta imposición a ser buenos y caritativos, surgen diversos planteamientos. ¿Es necesario comprometerse a tantas comidas y cenas si no apetece? ¿Ha sido tan terrible la idea de reencontrarse con esa familia tan temida? ¿Y cómo nos situamos ante este nuevo año?

Conozco mucha gente que siempre está disconforme con su vida. Vive agobiada por las cuentas a pagar, o por lo que opinan los otros sobre su vida o por todo lo que aún no han hecho. En realidad, ese tipo de personas suelo observarla más en ciudades como Montevideo, donde la sociedad de control como dirían Michel Foucault o Gilles Deleuze es mucho más evidente. Allí las presiones sociales a tener pareja, una familia y un buen trabajo son las principales causantes de la culpa tan temida. El peso de la familia como núcleo social es tan evidente que no es posible ser sin antes ser observado y juzgado. La mirada es inquisidora, severa, crítica y entonces la persona actúa en función de lo que se espera que sea. En cambio, en ciudades como Barcelona, donde hay una gran confluencia de culturas, donde hay mucha gente que viene y va, las presiones son simplemente para llegar a fin de mes o pagar la hipoteca y los más opulentos en pasar de un Audi a un Mercedes Benz, o los más modestos pensarán en cambiar la bicicleta por una scooter. Pero en la capital de Cataluña no hay tantas imposiciones sociales de cómo debería ser la vida de uno. El individualismo tiene sus ventajas también y una de ellas es que cada uno puede hacer lo que quiere. Cada uno es libre de ser lo que quiere ser y por tanto, cada uno es responsable de sus consecuencias. Ya no se puede culpar a la maestra, a mamá o a papá de los errores propios. El mal no es ajeno pero la vergüenza sí, por supuesto. Esto de avergonzarse al mirar al otro porque se atreve a hacer algo que nunca haría también acontece en Cataluña. Los montevideanos y los catalanes, tan lejos y tan cerca, al fin de cuentas.

Tanto estemos en Barcelona como en Montevideo, lo cierto es que siempre surge el reclamo inocente de pedir al nuevo año que sea mejor que el anterior. Sería mejor evitar las especulaciones y programarse en positivo para el nuevo año. Para ello, nada mejor que reemplazar aquello que parece malo por algo que se proyecta como muy bueno.

Hacia una vida feliz

De esta manera, los empresarios pueden apartar la palabra crisis de su mente y pensar en la cantidad de oportunidades y caminos nuevos que se pueden tomar en 2011. Además tenemos la oportunidad de estar más tiempo con los padres, hermanos, primos, y esos familiares a los que se aprecia pero que no se puede estar mucho tiempo en el resto del año.

Otro reemplazo posible es dejar de lamentarse por no haber recibido un regalo grandioso ni agobiarse por gastos y compras desmedidas a diversas personas. Mejor pensar que es lo que hemos dado o recibido en este último tiempo que no haya sido necesariamente material. Puede ser ese “te quiero” que aún no hemos dicho o ese beso que no hemos aún dado.

Posiblemente el reemplazo esencial que podemos hacer en estas fechas es el de abandonar esa especie de castigo emocional a la que se someten muchos hombres y mujeres: el castigo por lo no conseguido. No siempre es productiva la autocrítica ni la crítica excesiva a los otros. El perfeccionismo y el excesivo detallismo nos impiden disfrutar de las cosas. El goce de la vida supone más amplitud de miras y no está exento de ciertos momentos de tristeza.

Ese proyecto que no se ha alcanzado, esa mudanza que se sigue prometiendo para el año próximo, ese viaje postergado, ese amor no consolidado. Mejor evitar esas preocupaciones tan vinculadas con la culpa. Resulta más sano y más productivo, trazar nuevos objetivos si los anteriores no se han cumplido. En este camino de renovación, de programación de nuevas metas, también vale pensar en nuevos proyectos que sean posibles a corto o mediano plazo. Puede ser la inscripción a clases de guitarra, o de flamenco, o de salsa, o la vuelta a la Universidad a hacer un posgrado, o aprender pintura, o programar nuevas vacaciones con los hijos.

Sencillamente, comenzando con estos reemplazos: de la presión familiar al disfrute de la familia, del gran dinero gastado en presentes sin significado a regalos significativos y de la sensación de fracaso a la motivación ante nuevos proyectos, comenzaremos a caminar hacia una vida feliz. La felicidad no es la carencia de sufrimiento ni significa una opulencia de riqueza y belleza. Las personas que obtienen la felicidad, lo hacen porque antes han aprendido a superar los aspectos negativos en su vida. Aceptar los miedos, los obstáculos, las debilidades y las fortalezas nos van acercando a nuestro ser feliz.

Por tanto, es importante detectar aquello que nos genera bienestar. Si anhelamos imposibles, es probable que estemos alejados de nuestro bienestar emocional y nos sintamos frustrados. Pero si reconocemos que nuestro bienestar puede estar más unido a compartir con nuestro núcleo afectivo, padres, hermanos, hijos, amigos o en soñar y dibujar nuevos emprendimientos, eso nos acercará más a una vida más plena.

© Leticia Brando, 2011 Toda reproducción debe citar el texto original

Puedes leerlo también en Single Coach

Hablando sobre confianza

La confianza es un tema muy reclamado tanto a nivel personal, político, social. La confianza es un valor muy importante en las organizaciones y en el trabajo en equipo. Cada vez más, muchas empresas trabajan la inteligencia emocional, el control del estrés, la gestión del cambio y también la gestión de la confianza. La autoconfianza es un básico para conectar con los otros y para generar empatía, una de las claves de la comunicación efectiva.
Este es el programa que realicé el 7 de mayo de 2008 en el espacio de coaching que tuve en «Hola Barcelona» de BTV:

Hablando sobre asertividad

Sigo recuperando los programas que hice en «Hola Barcelona» y aquí se puede ver un programa sobre Asertividad. 12/03/2008

¿Se le puede tener fobia al amor?

Entrevista para El Mercurio de Chile

¿Se le puede tener fobia al amor?

Sentirse enamorado ya no es algo a lo que todos aspiren. Por distintas razones puede ocurrir que alguien renuncie al sentimiento más profundo que se pueda experimentar. Es una idea que ha rondado la discusión en muchos espacios, pero finalmente la necesidad supera a la opción porque ningún ser humano de carne y hueso puede vivir sin amor.
Viernes 19 de Marzo de 2010
Carola Inostroza

Casi cualquier persona diría que el amor es un sentimiento intrínseco de los seres humanos, pero algunos han llegado a pensar lo contrario. Tanto por complicaciones derivadas de trastornos psicológicos como por opción personal, ellos han dejado de sentir esta emoción. ¿Por qué tan así?

Pese a que la filofobia no es un término avalado oficialmente, recientemente se ha comenzado a usar para identificar el temor o miedo irracional a enamorarse o a vincularse sentimentalmente con otro y que es relacionado con la fobia social, enfermedad ampliamente estudiada.

“Lo que yo he visto sobre la filofobia es que en vez de presentar esta fobia social en un espectro más amplio- esto es, un temor a tener cualquier tipo de encuentro social- se singulariza la posibilidad de tener un encuentro amoroso o una relación sentimental”, aclara Domingo Izquierdo, psicoanalista y psicólogo clínico de la Universidad Andrés Bello.

Hay muchos motivos que generan este trastorno y muchas son las teorías que explican estas conductas. Se dice que estas personas filofóbicas eligen relaciones imposibles donde nunca podrán enamorarse o huyen de quien pueda sentir una atracción importante. Y pueden llegar a expresarlo incluso físicamente con sudación, latidos irregulares, falta de aire y otros síntomas. Ellos actúan de esa forma, según el psicoanálista, debido a que “tuvieron experiencias traumáticas en su infancia o fallas vinculares tempranas importantes, que luego tienden a repetir en nuevos vínculos afectivos”, señala Izquierdo.

Se habla de una alteración que requiere tratamiento tanto con psicoterapia como con medicamentos con ansiolíticos específicos para frenar este temor hacia el amor y hacia el otro, “configurado por muchos elementos psicopatológicos serios que alteran el funcionamiento normal de una persona y generan un detrimento en sus funciones personales”, explica.

No obstante, la falta de amor en muchos no se debe solamente a perturbaciones a nivel psiquiátrico. La distinción es clara entre los que “no se enamoran por tener una fobia de los que tienen un temor al compromiso o tienen dificultad para encontrar pareja y otros que por opción de vida deciden no tener relaciones amorosas”, distingue Izquierdo.

Tal como lo comprobó un estudio realizado por Parship, una agencia online líder en relaciones estables, más de 8 millones de personas son solteras en un país de 40 como es España. Pero tal tendencia no se limita solamente a países europeos. Hablamos de los “singles”, dispersos alrededor del mundo que muestran una “independencia afectiva, un deseo de no estar con alguien porque no hay presión, porque están bien solos y disfrutan con la familia, amigos y viajan o salen con total libertad”, afirma Leticia Brando, psicóloga uruguaya y single coach de Parship.

Brando quien también es autora de “Las mujeres y hombres que no aman demasiado. La hipermodernidad y las consecuencias de los cambios de roles” (2009)- que se espera llegué a Chile próximamente -trató de buscar respuestas a este fenómeno que ha hecho desplazar la importancia del amor en la vida de una persona y que ocurre principalmente en ciudades occidentales con un alto número de población.

Los solteros identificados en España, también fueron encontrados en otros países como México, Estados Unidos, Uruguay y Argentina, los cuales sirvieron a Brando para mostrar que hay solteros porque quieren y por mucho tiempo. Ellos, como nadie, gozan de un individualismo “galopante y creciente” y que es signo de los cambios culturales que actualmente vivimos y de la hipermodernidad que estamos experimentando.

Puede ser miedo, indiferencia o inmadurez pero lo cierto es que hay muchas personas que ya no buscan el amor como antes. Según Brando, ahora impera vivir el día a día muy deprisa “con muchas actividades multiocupación y que reflejan el hedonismo que no deja tiempo para el amor que requiere proyección, futuro y tiempo”, indica, y que es configurado, además, por un avance en las tecnologías de información que “ha acortado el tiempo y el espacio para comunicarse, además de no estar presentes físicamente”, dice.

El amor ha comenzado a perder su sitial aspirado por todos los seres humanos, sin dejar de confundir con “enamoramiento” o atracción sexual “que hace que mucha gente pase esta primera etapa muy de taquicardia, muy de hormigueo en el estómago, pero que no logra conocer a la otra persona en todas sus virtudes y sus defectos”. El amor es un elemento cultural y un asunto muy serio que “requiere de personas maduras, de audacia y valentía para atreverse a conocer al otro”, sentencia Brando.

Este escenario parece augurar un final estrepitoso de aquel sentimiento que nos distingue como seres humanos. Sin embargo, los especialistas ponen paños húmedos a esta tendencia porque efectivamente nadie puede vivir sin amor durante la vida. El abandono del amor es un fenómeno “transitorio y remontable” como afirman Izquierdo y Brando.

La psicóloga uruguaya es optimista frente a estas personas que eligen no tener amor en sus vidas porque “hasta las personas más difíciles buscarán y encontrarán amor aunque suene tradicional”. Brando reconoce que existen factores propios de nuestros tiempos modernos que impiden desarrollar el amor en toda su magnitud pero llama a revalorar esos elementos genuinos que nos mueven a seguir viviendo.

“Es una etapa transitoria, debido a que en el fondo todos quieren terminar sus días con un compañero de ruta porque el hombre es un ser social. Para crear todo lo que tenemos ahora el hombre necesita unirse en cooperación, solidaridad, generosidad y estos valores que son muy positivos tienen al amor como el sentimiento más importante. Es lo que nos da sentido a nuestra vida”, manifiesta Brando.

Los que no se enamoran


Entrevista en La Vanguardia:
Los que no se enamoran
Cuando llega, el enamoramiento es inevitable, pero su ausencia no implica ser condenados a la infelicidad
En vísperas de San Valentín muchas parejas ya se están preparando para celebrar su fiesta. Pero ¿qué pasa con los que no están enamorados o que nunca se enamoran? Se puede vivir igual de bien. Solos o en pareja

PIERGIORGIO M. SANDRI | 13/02/2010 | Actualizada a las 03:36h | Gente y TV
Si usted ha encontrado a su media naranja, en estos momentos debe (o tal vez debería) de tenerlo más o menos todo a punto para celebrar mañana el día de los enamorados. Pero piénselo: ¿está enamorado de verdad?

Se supone que sí. En nuestra sociedad tenemos la costumbre de identificar el hecho de tener pareja estable con el enamoramiento. Durante siglos las bodas se celebraban simplemente por conveniencia o interés, pero en la época del romanticismo el enamoramiento llegó a ser mitificado y glorificado. En la era moderna, con la llegada de la libertad y de la emancipación, las relaciones pasan a basarse en el sentimiento. Pese a que en algunas culturas todavía se conciba el vivir en pareja como un arreglo y contrato social, en la mayoría de las sociedades desarrolladas se comparte la vida con alguien «porque se le quiere». «Es en el siglo XX cuando el amor se convierte en la primera reivindicación auténticamente planetaria. Se impone el derecho de cada uno a ser amado y la pareja se convierte en una relación entre dos personas que se hablan, se observan, se juzgan y se aman», escriben Jacques Attali y Stéphanie Bonvicini en su libro Amours, un ensayo sobre la historia de las relaciones hombres y mujeres.

Sin embargo, en la actualidad, aunque la mayoría quiera a su pareja, su corazón no le late cada minuto como cuando era adolescente. Por no hablar de los que están encantados con su soledad o simplemente resignados a ella, sin agobios. Porque nunca han conocido el amor. O porque el amor, simplemente, no entra sus planes. Si usted forma parte de este grupo, entonces tranquilo. No está condenado a la infelicidad ni es una persona incompleta. Y tampoco es un bicho raro, sino miembro de una tribu más numerosa de lo que la gente cree: los que no se enamoran.

Preguntado sobre el tema, el ex presidente de Fiat Gianni Agnelli –dandi, bon vivant, playboy convencido y padre de familia a la vez–, contestó una vez al periodista Indro Montanelli con cierto desprecio que «sólo se enamoran las camareras». Agnelli creía que dejarse llevar por los sentimentalismos era una fantasía un tanto ingenua. Para él, gobernar las pasiones no sólo era posible, sino recomendable. Al teclear la frase «es posible no enamorarse nunca» en Google aparecen cuatro millones de entradas. La duda, por lo menos, es legítima.

Dicen algunos biólogos que enamorarse es un sano desequilibrio químico, con lo que las personas con el sistema neuroendocrino bien ajustado tarde o temprano experimentan esa sensación. Sería algo inevitable a lo largo de la vida, porque es un fenómeno incontrolable. Según Jean Didier Vincent, neurobiólogo del CNRS de París, el flechazo es un acontecimiento emocional transitorio, seguido de un reconocimiento recíproco. Desde un punto de vista estrictamente biológico, se liberan en ese momento determinadas hormonas, como la dopamina entre muchas otras.

Sin embargo, hay quien asegura estar inmune a esta descarga emotiva. Existen personas que eso del «amor ideal» y del «enamoramiento» no lo llevan muy bien. O que por lo menos no está en sus genes y en su biología. Leticia Brando