Mientras Barcelona recibe su invierno con un clima bastante agradable, en Montevideo acontece el verano. Cuando suben las temperaturas, muchas personas se despojan de sus ropas y de muchos prejuicios. El verano parece ser la estación ideal para disfrutar del amor y de la amistad, hacer ese viaje que teníamos postergado, cambiar ese hábito que nos ha traído problemas con los otros. También es la etapa ideal para revisar nuestras dudas y certezas y emprender un nuevo camino en caso que sea necesario. Pero sobre todo es el tiempo para hacer eso que no siempre tenemos tiempo. Y para dejar de vivir tan acelerados. El verano y las vacaciones no nos permitirán detener el tiempo pero sí disfrutarlo más, sin agobios ni presiones.
Buen tiempo para el amor
Los expertos señalan que las feromonas humanas, esas sustancias causantes de la atracción entre hombre y mujer, tienen un efecto mayor con los primeros calores. Con el alargamiento del día, el calor provoca que las personas pasen más tiempo fuera de casa: paseando, haciendo compras, disfrutando la playa o en la piscina. Del mismo modo, las personas parecen más propensas a relacionarse. Además de ser un buen momento para comenzar a ocuparse de uno mismo y dejarse de preocupar por cosas vanas e inútiles, las vacaciones son también un buen momento para mostrarnos más abiertos al contacto con el otro.
Otros dicen que las vacaciones son el desencadenante de rupturas. La rutina y los hábitos de cada uno se ponen en juego aquí. Él puede pensar que las vacaciones son un momento ideal para descansar y alejarse de todo contacto con el exterior. Y ella puede pensar que es el momento perfecto para salir, divertirse, practicar diversos deportes y disfrutar de todas las excursiones que se presenten. En este caso, se hace imprescindible que cada uno respete los gustos del otro sin dejar de ser ellos mismos.
Cuando surge el conflicto ante la diferencia, resulta beneficioso revisar, analizar y discutir sin faltar el respeto. La negociación es básica en el amor. Por tanto, puede que ella prefiera salir de compras por los mercados del pueblo y él prefiera yacer en su tumbona, dormitando o leyendo el periódico. Eso no quiere decir que sean incompatibles. Simplemente que en ese momento les apetece distintas cosas. Respetar los tiempos de cada uno es primordial para lograr una buena relación. En este caso, lo más efectivo sería acordar que ella vaya a sus compras, él permanezca tumbado y luego se encuentren en el chiringuito de una playa cercana.
Tiempo de reencuentro con amigos y familiares
Durante nuestras vacaciones, podemos enfocarnos en proyectos que habíamos dejado pendientes. Una salida a pescar con algún familiar, un fin de semana con amigos, una cena pendiente con compañeros de trabajo. Después de todo, no hay mejor tiempo perdido que el tiempo invertido con nuestros afectos.
Aprovechar las vacaciones para emplear bien el tiempo
Para conocer el verdadero valor del tiempo, debemos disfrutarlo y no sentirlo como algo que se nos evade. Si empleamos mal el tiempo, es natural que nos quejemos de su brevedad. Efectivamente, tenemos un 7 por ciento más de tiempo que antes, pero queremos realizar un 20 por ciento más de tareas. Antes era suficiente con satisfacer las necesidades más básicas, mientras que hoy no somos capaces de seleccionar las numerosas opciones que tenemos.
Nuestros deseos crecen con mayor rapidez que el tiempo que tenemos para satisfacerlos. No busquemos en otra parte la raíz profunda de nuestra sensación de falta de tiempo.
El único tiempo que puedes controlar es lo que hagas en tu agenda de 24 horas. Tú decides tus horas de descanso, de sueño e incluso de oficina, porque puedes decidir cómo organizarte. Si antes de partir de vacaciones, solías tener esas agendas colmadas, que te dejaban con agotamiento, puedes comenzar a renunciar y priorizar. Lo primero que tienes que hacer es reconocer dónde estás, actuar en los asuntos significativos y eliminar todo lo que te está quitando tiempo de otras actividades.
Preocuparse por algo no implica progresar en ello. Generalmente, existe una relación inversa entre las preocupaciones que tenemos en mente y lo que en efecto hacemos por resolverlas.
El verano y las vacaciones pueden ser un buen momento para que dejemos de ser tan exigentes con nosotros mismos. Podemos aprender que no pasa nada malo con las cosas que aún no hemos hecho. Debemos tratar de ser eficaces pero estar en paz cuando no hemos podido terminar algo.
Debes tomar conciencia y decidir a qué queremos dedicar nuestro tiempo, poner prioridades, saber decir ‘no’ y ser valiente, porque pueden verte como un bicho raro por no haber visto el último partido del Mundial. La reserva de tiempo para uno mismo es esencial. Podemos aprovechar las vacaciones para crear el hábito de estar solos un rato al día. Parar un momento para decidir dónde voy y cómo voy.
¿Podemos reaprender a vivir en el verano? En cualquier momento del año, podemos decidir que somos los dueños de nuestra vida. Nadie más que nosotros. Ni mi padre, ni mi jefe, ni mi pareja, solamente yo puedo decidir sobre lo que me hace feliz. Para ello, debo ser responsable y elegir sobre lo mejor para mí en cada momento.
Elegir lleva riesgos y responsabilidades, pero a la larga es siempre grato. El lector, que ha decidido leer este post, ya ha elegido. Se ha dado unos minutos para sí mismo, para observar y reflexionar. Ha sabido encontrar tiempo, mejor dicho, ha aprendido a concedérselo. En una época en la que vivimos inmersos en una carrera diaria, la persona que se permite un espacio a la reflexión asume una actitud casi heroica. Ha dado el primer gran paso para disfrutar de una vida plena.
El dominio del tiempo tiene dos objetivos. El más evidente es ser más eficaz. El más rico y raro es aprender de nuevo a gozar del instante con aquella intensidad que conocimos, cuando éramos niños y nos bastaba disfrutar de la sensación de los rayos de sol en nuestra piel y el aroma de los bosques de pino.
Los dejo aquí con un programa que hice en “Hola Barcelona” de BTV, justamente hablando sobre vacaciones y el disfrute del tiempo: